domingo, 3 de julio de 2011

Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan;  sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Por fe andamos, no por vista.

Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros.

Col.3:2   I Jn.2:15   Mt.6:19-21   II Co.5:7; 4:16-18   I P.1:4